lunes, 19 de enero de 2009

La crisis económica no es la que nos dicen


La crisis es de sobreacumulación de capital.

Los analistas neoliberales y tertulianos de toda especie están centrando exclusivamente el problema de la actual crisis desde un punto de vista monetarista y financiero, culpando únicamente a la avaricia humana de unos cuantos gestores de Wall Street de la terrible crisis que ha estallado a nivel global, y no es bajo ese prisma como se puede contemplar el fondo real de la crisis económica que estamos sufriendo.

Quizás en algunos casos ese tipo de análisis no sea de mala fe, y sea únicamente una consecuencia de que durante muchos años en la mayoría de las facultades solo se ha explicado el “pensamiento único monetarista” que se ha convertido en el dogma oficial de la economía del sistema. Como ya hemos repetido algún que otro de los opinantes “no oficiales” la principal crisis real no es financiera, porque si así fuese ya estaría resolviéndose con las medidas monetarias, la crisis financiera es en realidad un producto derivado del problema central, es un daño colateral de la crisis de la economía real, que es una crisis de sobreproducción o sobreacumulación de capital según guste llamarla.

Es el tipo de las crisis que Karl Marx definió, que siempre se saldan con un fuerte excedente laboral que pasa a engrosar la legión de los parados.

La crisis de sobreacumulación es inherente al sistema, y la actual es el súmmum de todas sus contradicciones insuperables, que la globalización ha llevado a su máximo nivel, se trata de una profunda e irreversible crisis sistémica.

Durante los últimos años las teorías monetaristas neoliberales de Milton Friedman, aplicadas inicialmente por Margaret Tatcher y Ronald Reagan, originaron transferencias de rentas del trabajo a rentas del capital, tanto por la vía de la productividad, fruto de la tecnología, como por la contención salarial, el dumping social y las deslocalizaciones, que han producido un fuerte descenso de las rentas del trabajo y con ello de la capacidad de demanda de las capas asalariadas de la sociedad.

Simultáneamente dichos incrementos de la productividad fruto de la innovación tecnológica así como las deslocalizaciones supusieron un aumento de la capacidad productiva, o sea un incremento del capital según la terminología económica, que originó una reducción de la tasa de beneficios. El sistema atento al principio capitalista de maximizar la tasa de ganancias del capital y su reproducción, ante la reducción de la misma recurrió a la ingeniería financiera, a la vez que abarató el crédito para forzar que la demanda se sostuviese, manteniendo artificialmente un nivel de consumo que al final resultó absolutamente insostenible.

Esa demanda de bienes y servicios estuvo soportada gracias a un endeudamiento generalizado, basado como se ha dicho en un crédito fácil y disparatado, precisamente en dicho crédito, especialmente en el destinado al mercado inmobiliario, es donde está el origen de la basura financiera que recorre el mundo y dio inicio a la crisis financiera actual.Por ese motivo la crisis tiene muy mala solución, solo parece que existen dos teóricos caminos: o bien aplicar políticas keynesianas para recuperar el nivel de consumo suficiente para absorber el exceso de capacidad productiva global, o bien destruir capital para adecuar la oferta a la menguante demanda.

Las recetas keynesianas.

Las recetas de inyectar liquidez, según el modelo de Keynes quieren aplicar, lo más posible es que solo funcionen para retrasar el momento crítico del colapso económico, aunque por el contrario puede ocurrir que paradójicamente tiendan a precipitar su llegada a causa de que los estados entren en defáult debido a los déficit originados con esas políticas expansivas.

Si con inyecciones de liquidez monetaria lo que se intenta es volver al pasado nivel de crédito para reanimar la moribunda demanda, solo se hará intentar mantener inflada la burbuja financiera y crediticia retardando solo momentáneamente el instante de su estallido que finalmente será aun más brusco.

Porque la burbuja crediticia no puede ser permanente, se hundirá más pronto que tarde, ya que se trata de una situación inestable susceptible de desequilibrarse ante la menor perturbación, como puede ser un evento provocado por la especulación ante el agotamiento de los recursos finitos de este planeta. Es evidente que un crecimiento exponencial indefinido como se pretendió hasta ahora es insostenible por completo.

La aportación de las tesis keynesianas a la actual situación solo se pueden concretar en mantener reavivado algo el consumo, conservando un cierto tono vital en la moribunda economía real, intentando retrasar el colapso definitivo, mientras se destruye capital, y se decrece y transita hacía un nuevo modelo económico adaptado a un planeta con menores niveles de producción y consumo.

Destrucción de capital y decrecimiento.

Luego ante las perspectivas de fracaso de esas políticas keynesianas parece que solo queda destruir capital, esto se puede realizar o bien traumaticamente mediante guerras o bien progresivamente con convulsiones más o menos profundas, si fuese este el camino elegido, entonces si pueden tener un cierto valor las mencionadas políticas keynesianas, para lograr que mientras se diluye el capital, no se cree una situación caótica y que dicha eliminación sea progresiva y lo menos traumática posible.

Sobre la destrucción del capital se puede pensar que estamos abocados a fuertes luchas entre los oligopolios capitalistas con las que unos y otros intenten destruir al capital antagonista, algunas posiciones recientes respecto a China y otros países emergentes pueden hacer intuir que algunos oligopolios occidentales pueden optar por ese camino, aunque en ocasiones pueda ser incluso a costa de sacrificar a sus propias deslocalizaciones en los nuevos países emergentes.

Porque al final el sistema mundial se tendrá que desglobalizar rompiendo el modelo actual, y con ello se llegará a un nuevo punto de equilibrio con una economía decrecida dentro de un nuevo sistema cuyas características aun ignoramos, aunque de seguro que será una sociedad de menor consumo energético y también de menor consumo en general, sociedad en la que lógicamente no podrán existir los derroches e ineficiencias actuales.

El nivel de desigualdades sociales de esta nueva estructuración económica vendrá determinado por la capacidad de la lucha que logren articular los sectores anticapitalistas y antimonopolistas de la sociedad, pero los días de vino y rosas de la llamada sociedad de consumo que gozaron hasta ahora amplias capas sociales se habrán ido para siempre en este que denominamos como primer mundo.

Y no podemos obviar que actualmente con solo una fracción de la mano de obra global disponible se pueden fabricar y obtener todos los bienes y servicios que demanda la población mundial, por lo que hemos de estructurar la sociedad futura en base a este excedente laboral, de forma que se evite una legión de parados que se conviertan en excluidos sociales

Pero lo más posible es que desde el sistema capitalista neoliberal no se pueda acceder directamente a ese insoslayable decrecimiento, ya que seguramente se generaría un caos, por ello opinamos que tiene que existir una etapa intermedia de planificación económica.

El sistema es consciente de la ausencia de soluciones.

El sistema es mucho más consciente de lo que aparenta de la atroz realidad a la estamos abocados, su orquesta mediática ya no hace apología del capitalismo y de las bondades del libre mercado, ahora toda la parafernalia audiovisual se dedica, como bufones del reino que son, a distraer al personal con las banalidades y frivolidades más diversas.

Se trata de un intento de convertir la angustia colectiva de la legión de parados y agobiados en una suma de angustias individuales, donde prive el intento de salvación personal, que significa el sálvese quien pueda de la ley de la selva, y así evitar un choque frontal con aquellas gentes que motivadas por la crisis vayan adquiriendo conciencia de donde reside el problema real, y se pudiesen nuclear en torno a organizaciones con voluntad y capacidad de lucha.

El ejemplo de la burbuja inmobiliaria española.

Un ejemplo palmario a menor escala de la crisis global lo tenemos en la construcción de viviendas en España, el crédito barato originó una gran demanda dando origen a una especulación y con ella una burbuja inmobiliaria, este proceso creó una sobreacumulación de viviendas así como el agotamiento de las fuentes de financiación, que generalmente estaban llegando desde el exterior, básicamente de Europa.

A su vez los trabajadores de la construcción y del sector derivado de la misma se han quedado en el paro, con lo que se cercena aun más la demanda interna del país.Ahora resulta que los promotores inmobiliarios piden más crédito para que la rueda siga girando, no se si son conscientes de ese despropósito o si sus angustias les nublan el cerebro, y el gobierno parece que les puede seguir el juego con las viviendas VPO, ¡Pero señores, si existen más de un millón de viviendas vacías!, apliquen una legislación como la holandesa o la alemana para forzar su ocupación.

Para mantener la máquina de la construcción inmobiliaria en marcha indefinidamente como pretenden ¿Cuántas viviendas más hay que construir? ¿Y para quien?, económicamente es un disparate incluso a corto plazo como ya se demostró.No solo se trata de un capital sobreacumulado e inmovilizado en el llamado “ladrillo”, se trata de que ya absorbieron casi todo el crédito externo de que gozaba este país.

Y ahora pretenden consumir la liquidez y la poca capacidad de crédito restante en detrimento de otras necesidades económicas reales; Mientras no se digiera el extenso parque de viviendas vacías, lo que supondrá muchísimos años, pensar en la construcción como motor económico solo se les puede ocurrir a unos auténticos descerebrados.

Conclusiones.

Señores, la fiesta se ha terminado y este es el fin definitivo, no existe ninguna salida para retornar a lo que ya se ha quedado atrás, ahora solo nos queda luchar para que la crisis no se salde como pretenden, cargándola en las espaldas de las capas más desfavorecidas de la población.

De hecho esta crisis puede ser una buena oportunidad para transitar hacia otro tipo de sociedad más justa y sostenible, aunque desgraciadamente en este alienado país no poseamos aun instrumentos políticos capaces de articular una alternativa válida para superar positivamente esta situación histórica.
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